ALMUTH  PETRU

Un interesante relato vivido personalmente por la propia autora.

Datos personales.

  

El primer vuelo tripulado al espacio

o

Albóndigas en salsa de alcaparras

 

“El dominio del espacio por el hombre es la mayor aventura y la más importante empresa” había dicho el científico alemán Wernher von Braun, creador del cohete SATURNO V que llevaría el hombre a la Luna.

 

 

Noviembre 1960.

 

Una espesa capa de nieve cubría los rascacielos de Nueva York  e, incluso, la Estatua de la Libertad  lucía sus mejores galas blancas. Y allí estaba la familia Von Braun al completo, el matrimonio y dos niñas. Y la joven Almuth  no paraba de pensar en “cómo van a ser estos dos año próximos, conviviendo con ellos”. El verano anterior y junto a su padre que había conocido al científico años atrás,  habían tenido un encuentro en Londres con su esposa María,  cuya delicada silueta ahora casi desaparecía al lado de la impresionante estatura del científico que, con unos radiantes ojos azules, le daba la bienvenida, preguntándole por el trayecto desde Europa, en un modernísimo transatlántico desde Le Hâvre a Nueva York. Y todos juntos se dirigieron en taxi al aeropuerto de Newark, para coger un avión rumbo a Huntsville, Alabama, deep in the south” (en el sur profundo), aclaró el taxista.  Me esperan dos años, y seguro que serán emocionantes”, pensaba la joven, mientras la Estatua de la Libertad se estaba alejando en el horizonte.

 

Enero 1961.

 

Cansada y disgustada, apagó el despertador, dio media vuelta y decidió quedarse un ratito más en la cama. “A reflexionar y tratar de memorizar la receta” se decía a si misma, pues lo anunciado anoche, después de la cena y, una vez acostadas las niñas, le había causado una profunda impresión, mezclada con una especie de disgusto. ¡Quién le hubiera dicho hace unos meses, en su casa de Barcelona, que tendría que ayudar a preparar la cena para los primeros hombres que en una especie de cápsula serían enviados al espacio! Proyecto Mercury lo llamaban.  Almuth estaba viviendo con la familia del archi-conocido científico alemán, Wernher von Braun, el que había diseñado la bomba V2 pero cuyo verdadero sueño nunca fue diseñar bombas sino construir una “estación interplanetaria, antes de intentar  llegar a la luna. Sería un primer paso”, solía decir, “y desde allí a lo desconocido”, añadía. Cada día, fuera a la hora de comer o de cenar, se hablaba de lo mismo en casa: “la URSS nos lleva una clarísima ventaja, pues tras el primer misil, han logrado lanzar al espacio el primer ser vivo – nada menos que un perro – y en esa llamada  Guerra Fría, USA, o sea nosotros,  no podemos quedarnos atrás.” 

 

Y anoche, en medio de tanta emoción, discutiendo sobre la cena que se iba a servir a estos 7 “jóvenes magníficos”, a María se le había ocurrido preguntar por el origen de su extraño nombre, bueno, extraño para ella. 

 

- “En realidad es un nombre de origen islandés y significa “la valiente”, decía la joven, y parece ser que  mi madre se inspiró en un libro que estaba leyendo y que transcurría en la Guerra de Religión que duró 30 años, de 1618 a 1848 en Alemania y cuya heroína se llamaba Almuth Petrus, le explicó a la sorprendida María. 

De todas formas, pensaba ella, ¿qué importancia tenía eso, cuando se discutía la importante cena para los tripulantes del Mercury?

 

- Vamos a preparar un plato delicioso, típico de nuestra tierra natal, y ya sabes cuál, aunque a ti no te gusta – había dicho María a su marido, el famoso y controvertido  científico   Wernher von Braun, que la miró sorprendido.

 

- ¿Albóndigas en salsa de alcaparras? Querida María, no es lo más apropiado, quiero decir que la cocina alemana no es precisamente conocida por sus platos exquisitos, y  éste  me parece el menos indicado para la ocasión. Tal vez Almuth sepa preparar algún plato de su patria adoptiva, Catalunya, donde vive desde que huyeron, su familia y ella, de la Alemania Soviética…

 

Pero ¿quién iba a llevar la contraria a la bella María, 16 años más joven que el científico y, además, su prima carnal?

 

- Somos alemanes, Wernher -, le contestó, evidentemente muy molesta. Yo, bueno, yo y Almuth, vamos a intentar demostrarles que también sabemos preparar algún manjar, aunque sea al estilo germánico -.

 

Y ¿qué iba a decir la joven? No conocía el plato, aunque también yo había nacido en el Este de Prusia que ahora formaba parte de la URSS.  “Por favor, este no”, pensaba para sus adentros, pues relacionaba aquel plato con la comida de la pos-guerra, consistente en salsa a base de harina y agua, bolitas de carne, bueno, más bien una pasta indefinida con aroma a carne, y perejil, en lugar de alcaparras.

   

Intentó protestar con educación, pero ya sabía que no iba a servir de nada.

 

Eran ya las  5 de la tarde. Las pequeñas, Ireen y Margrit, delante del televisor, cuchicheando sobre la asquerosa cena – según ellas - que iban a tener que comer los invitados, mientras María y ella estaban trajinando entre cocina y comedor.

 

- Seremos 10 en la mesa, y todo tendrá que estar perfecto - iba diciendo ella, y, por fin…,  llegaron. Altos, guapos, 4 morenos y 3 rubios y la joven no pudo por menos que preguntarse si acaso los escogían entre modelos de revistas de moda,  mientras notaba  que uno de ellos no paraba de mirarla.  Y así fue, durante toda la cena, hasta el punto de que los otros 6 comenzaron a gastar alguna broma sobre lo que evidentemente flotaba en el ambiente. Nerviosa por la presencia de estos jóvenes que, efectivamente, serían los primeros en volar al espacio, Almuth no dejaba de sentir vergüenza ajena por las “albóndigas en salsa de alcaparras”, acompañadas de patatas hervidas y espinacas “con un punto de azúcar” había dicho María.

 

Y se fueron.

 

Sin quejas. Unas tímidas alabanzas. Y muy emocionados. Por la increíble aventura que les esperaba.

 

* Finalmente, los rusos ganaron la carrera espacial, pues Yuri Gargarin  realizó el primer vuelo en abril 1961 y, con 23 días de retraso, hizo lo propio el norteamericano Alan Shephard, uno de los jóvenes que cenaron en casa de los Von Braun las “albóndigas en salsa de alcaparras”.

 

Febrero 1961.

 

El recuerdo de la cena con los futuros astronautas, bajo el embarazoso lema “albóndigas en salsa de alcaparras”, para Almuth no había perdido ni un ápice de su particular brillo, cuando, transcurridos unos días,  María la llamó por teléfono desde una de sus frecuentes reuniones con las inefables esposas de los ingenieros de Redstone, y le dijo:

 

- Deke, el joven astronauta, el que te miraba tanto la noche de las albóndigas, ha pedido permiso a Wernher para salir contigo”, le dijo María...

 

- ¿ -?

 

- Sí, Almuth, permiso. Sabes que el proyecto Mercury está rodeado de fuertes medidas de seguridad por posible espionaje, así que no te debe de sorprender y, por cierto, todos me han felicitado por la cena, a excepción precisamente de Deke, que no se encuentra bien.   

 

A Deke le habían detectado una afección en el corazón – la verdad, Almuth no entendía mucho  de la lesión – de modo que hasta seis años más tarde, no pudo ser enviado al espacio.

 

                                                                                      Almuth Petru

                  

 

 

* Finalmente, los rusos ganaron la carrera espacial, pues Yuri Gargarin  realizó el primer vuelo en abril 1961 y, con 23 días de retraso, hizo lo propio el norteamericano Alan Shephard, uno de los jóvenes que cenaron en casa de los Von Braun las “albóndigas en salsa de alcaparras”.

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